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Cuando sus padres se
enamoraron, el padre de Luisa, coronel Nicolás
Ricardo Márquez Mejía, se opuso a esa relación pues Gabriel Eligio García, que
había llegado a Aracataca como telegrafista, no era el hombre que consideraba
más adecuado para su hija, por ser hijo de madre soltera, pertenecer al Partido Conservador Colombiano y
ser un mujeriego confeso. Con la intención de separarlos, Luisa fue
enviada fuera de la ciudad, pero Gabriel Eligio la cortejó con serenatas de
violín, poemas de amor, innumerables cartas y frecuentes mensajes telegráficos.
Finalmente la familia capituló y Luisa consiguió el permiso para casarse con
Gabriel Eligio, lo cual sucedió el 11 de junio de 1926 en Santa Marta.
La historia y tragicomedia de ese cortejo inspiraría más tarde a
su hijo la novela El amor en los tiempos del cólera.
Poco después del nacimiento
de Gabriel, su padre se convirtió en farmacéutico y,
en enero de 1929,
se mudó con Luisa a Barranquilla, dejando a Gabriel en Aracataca al
cuidado de sus abuelos maternos. Dado que vivió con ellos durante los primeros
años de su vida, recibió una fuerte influencia del coronel Márquez, quien de
joven mató a un hombre en un duelo y tuvo, además de los tres hijos oficiales,
otros nueve con distintas madres. El Coronel era un liberal veterano
de la Guerra de los Mil Días, muy respetado por
sus copartidarios y conocido por su negativa a callar sobre la Masacre de las bananeras, suceso en el que
murieron cientos de personas a manos de las Fuerzas Armadas de Colombia durante
una huelga de
los trabajadores de las bananeras, hecho que García Márquez plasmaría en su
obra.
El coronel, a quien Gabriel
llamaba "Papalelo", describiéndolo como su «cordón umbilical con la
historia y la realidad», fue también un excelente narrador y le enseñó, por
ejemplo, a consultar frecuentemente el diccionario, lo llevaba al circo cada
año y fue el primero en introducir a su nieto en el «milagro» del hielo, que se
encontraba en la tienda de la United Fruit Company. Frecuentemente decía:
«Tú no sabes lo que pesa un muerto», refiriéndose así a que no había mayor
carga que la de haber matado a un hombre, lección que García Márquez más tarde
incorporaría en sus novelas.
Su abuela, Tranquilina Iguarán Cotes, a quien García Márquez llama la
abuela Mina y describe como "una mujer imaginativa y
supersticiosa" que llenaba la casa con historias de fantasmas,
premoniciones, augurios y signos, fue de tanta influencia en GGM como su marido
e incluso es señalada por el escritor como su primera y principal influencia
literaria pues le inspiró la original forma en que ella trataba lo
extraordinario como algo perfectamente natural cuando contaba historias y como
sin importar cuán fantásticos o improbables fueran sus relatos, siempre los
refería como si fueran una verdad irrefutable. Además del estilo, la abuela
Mina inspiró también el personaje de Ursula
Iguarán que, unos treinta años más tarde, su nieto usaría en Cien años de soledad, su novela más popular.
Su abuelo murió en 1936, cuando Gabriel
tenía ocho años. Debido a la ceguera de su abuela él fue a vivir con sus padres
en Sucre, población ubicada en el departamento de Sucre (Colombia),
donde su padre trabajaba como farmacéutico.
Su niñez está relatada en
sus memorias Vivir para contarla. Después de 24
años de ausencia, en 2007 regresó a Aracataca para
un homenaje que le rindió el gobierno colombiano al cumplir sus 80 años de
vida y los 40 desde la primera publicación de Cien años de soledad.
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